Procesos revolucionarios en el Medio Oriente
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La clase obrera y los oprimidos del Medio Oriente comprendieron con sus propias experiencias que ellos mismos pueden escribir la historia y su fuerza organizada es capaz de derrocar a las clases dominantes. En este sentido, independientemente de sus consecuencias políticas, las insurrecciones han sido una escuela grande de la democracia por los pueblos del Medio Oriente.

 

01 Marzo 2011 /Boletín Internacional / N° 102

 

Después de la insurrección popular en Túnez que no se detuvo aún después de la huida de Ben Ali (el dictador que reinó sobre el país durante de 23 años) del país, una ola de levantamientos populares se desplegó en el Medio oriente entero. En el Egisto, uno de los sectores políticos y culturales más importantes del mundo árabe, el dictador Mubarak tuvo que renunciarse. En Libia, la insurrección popular se convirtió en una guerra civil. Huelgas, insurrecciones y enfrentamientos en las calles siguen uno después del otro en Bahréin, Yemen, Irán, Kurdistán del Sur e Irak. En Omán se estallan manifestaciones y huelgas en las zonas industriales. Más allá en Arabia Saudita, se producen movimientos de masa importantes protagonizados por los estudiantes.
Las masas populares del Medio Oriente desataron un proceso revolucionario saliendo a las calles por la libertad y la democracia en contra de los regímenes reaccionarios, opresores y fascisticos.
De acuerdo con la correlación de fuerzas en cada país y en la región entera asimismo con la fuerza, el nivel de organización y la persistencia/continuación de la insurrección popular en cada país, en algunos lugares este proceso se resultará en el derrocamiento de las dictaduras y el nacimiento de las formas democráticas burguesas; en algunos lugares el régimen viejo se continuará en formas diferentes pero el espacio de las libertades políticos se ampliarán y algunas reformas políticas importantes serán llevados a cabo y en algunos lugares, bajo la dirección de las intervenciones de los imperialistas de la UE y los EEUU, los regímenes viejos se continuaron en nuevas formas y a costo de las concesiones parciales ante el movimiento popular. Sin embargo, independientemente del curso de los resultados políticos concretos en cada país y en la región en su conjunto, no hay ninguna duda que la insurrección desde ahora lleva lecciones y experiencias muy importantes.
Debido al hecho que los sujetos revolucionarios son muy débiles y las fuerzas islamistas, liberales burgueses y panárabes tienen más influencia en cada una de las insurrecciones, las insurrecciones no hacen que se derroquen los regímenes presentes y los destituyan las formas de los regímenes democráticas y populares. Todavía no se realizó en ningún ejemplo un cambio del poder político, un derrocamiento del viejo sistema político y social y el establecimiento de un nuevo sistema. Sin embargo, lo que pasa corresponde a una situación revolucionaria y a un proceso revolucionario que sacude el sistema político en el Medio Oriente.
En el transcurso de las insurrecciones, la clase obrera y los oprimidos relacionaron su reacción acumulada contra el hambre, la pobreza y la desocupación y su ira acumulada contra los crímenes del imperialismo yanqui y de otras fuerzas imperialistas de la ocupación en Iraq y Palestina con el problema de las libertades políticas en cada país. Definieron en masas y directamente las dictaduras fascistas como el centro de todos estos problemas y las apuntalaron como el blanco de su lucha. Los elementos acumulados de la desconfianza, de la ruptura y de la insurrección de los pueblos de la región en contra de los regímenes y líderes colaboradores árabes aumentaban cada año y esto era un tema al cual aún las fuerzas imperialistas mencionaban en sus análisis. Al final, se estalló la ola de las insurrecciones. Muchas fuerzas políticas, desde las fuerzas revolucionarias y progresistas que tienen una limitada fuerza y las fuerzas del islam político hasta los liberales y panárabes, intentaron establecer su influencia sobre las insurrecciones que tienen un carácter espontaneo. Sin embargo, lo que dio su color a las insurrecciones en general fue la voluntad de la clase obrera y de los obreros a la liberación política y social, aunque eran privados de un liderazgo y de los fuentes ideológicos.
El papel de clase obrera era especialmente significativo. En la revolución tunecina, la clase obrera se destacó entre las fuerzas que dirigió la insurrección a través de los sindicatos y las organizaciones populares y jugó un papel importante en la continuación de la lucha con consistencia y sin reconciliaciones. Mientas que varias fuerzas políticas estaban listas a negociarse con Mubarak, la clase obrera mantuvo la ola de la insurrección de pie a través de las huelgas. La clase obrera se apareció como una fuerza social en una región como el Medio Oriente donde la clase es relativamente débil en calidad y cantidad y jugando un papel en la estabilidad de las insurrecciones, probó que es capaz de asumir el liderazgo político de la lucha por la liberación nacional y social, por la democracia y las libertades políticos y de la insurrección contra la destrucción capitalista aún en esta región. Esto es indudablemente una conquista ideológica que golpea una atmosfera en donde pesa las posiciones ideológicas desesperados de hoy día sobre el papel histórica de la clase obrera, una conquista organizativa que aumentó la calidad de la clase obrera en el sentido de su posición tanto en las organizaciones sindicales como populares y una conquista política en el sentido de las consecuencias políticas directas de las insurrecciones. Las insurrecciones también hicieron clara el papel de las ciudades en estos procesos revolucionarios.
Durante las insurrecciones, la clase obrera y los oprimidos del Medio Oriente que fueron despreciados, humillados y definidos bárbaros por las fuerzas imperialistas del Oeste pisaron bajo sus pies los proyectos imperialistas sobre la región, en el primer lugar la Iniciativa del Gran Medio Oriente de los EEUU. Denunciando los regímenes colaboradores, dejaron al desnudo los argumentos de "llevar libertad y democracia a la región", lo que era el pretexto del imperialismo yanqui para su ocupación en Irak y Afganistán. Hicieron historia la tesis del "choque de civilizaciones" que es una de las banderas ideológicas de ofensiva de los EEUU y las teorías que relacionan aún las dictaduras fasisticas colaboradoras que se mantienen gracia al apoyo del imperialismo con el carácter supuestamente reaccionario y bárbaro de los pueblos del Medio Oriente. Esto fue otra conquista ideológica, dando fuerza a los pueblos del mundo y tuvo importantes impactos.
Otra lección de las insurrecciones era las formas de la organización popular que se aparecieron en Túnez más significativamente y que se repitieron en Egipto, aunque eran menos considerables en lo segundo. Como las organizaciones de la forma soviética, los comités populares que se vio frecuentemente en las insurrecciones populares en América Latina en los últimos 15 años como silueta o en las formas más claras probaron que son los núcleos del tipo de poder político del futuro. La clase obrera y los oprimidos del Medio Oriente comprendieron con sus propias experiencias que ellos mismos pueden escribir la historia y su fuerza organizada es capaz de derrocar a las clases dominantes. En este sentido, independientemente de sus consecuencias políticas, las insurrecciones han sido una escuela grande de la democracia por los pueblos del Medio Oriente.
De la misma manera, los pueblos probaron en el ejemplo de Túnez que no aceptarán la continuación de las dictaduras con algunas reformas en apariencia. El pueblo tunecino continuó resistir aún después de la salida de Ben Ali del país, rehusando la designación de las personas cercas a Ben Ali a los puestos políticos. Se destacó la reivindicación de una reforma constitucional o de una nueva constitución. El carácter espontáneo de la insurrección no permite que las alternativas del Estado de un nuevo tipo se pongan a la agenda. Sin embargo, la demanda de "una nueva constitución" es un signo muy importante que demuestra la tendencia y el deseo de romper no solo con uno o otro político sino con el sistema simbolizado en la constitución.
Aunque la ola de las insurrecciones que se extiende en el Medio Oriente choca el mundo, es claro que tienen un pasado y una tradición. Numerosas huelgas obreras se produjeron en los últimos diez años y muchas masacres del Estado fueron cometidos en Túnez y Egipto que son los epicentros del terremoto actual en el Medio Oriente. Decenas de miles de personas salieron a las calles en estos países en contra de la ocupación en Irak y Palestina. No había otra situación en Yemen, Marruecos y Argelia. En Egipto se produjeron serias luchas con la demanda de las libertades políticas antes de las elecciones presidenciales del 2005 en Egipto, hasta tal punto que los EEUU forzaron a su colaborador Mubarak a llevar a cabo algunas reformas muy limitados por aparentar por el bien de la estabilidad de su régimen despótico.
Otro aspecto importante del proceso revolucionario en el Medio oriente es la situación actual del Islam política cuya influencia en la región se había culminado durante las ocupaciones de los EEUU en Afganistán e Irak. Siendo la bandera política de una clase a fin de cuentas, la bandera de los sectores de la burguesía en conflicto de intereses con el imperialismo yanqui, el Islam político objetivamente jugó un papel antiimperialista limitado en la resistencia contra la ocupación imperialista. Pudieron ganar la clase obrera y los sectores oprimidos y pobres a sus filas. La formación histórica, política y cultural de la región también presentaba una atmosfera favorable. Sin embargo, como una fuerza del sistema actual, una fuerza que nunca puede combinar la lucha contra la ocupación imperialista con la lucha contra el sistema capitalista, no es capaz de encontrar soluciones a los problemas de la clase obrera y los oprimidos. Si bien jugo un papel en las insurrecciones hasta un cierto punto, pero en definitiva este proceso marcó el hecho que la influencia política e ideológica del islam política está en decadencia.
La generalización de las insurrecciones en varios países del Medio Oriente, motivando que los medios de comunicación burguesas lo definen como "el efecto dominó" apunta al hecho que las condiciones de las revoluciones regionales son muy favorables. En este sentido, se quedó claro la importancia por las fuerzas progresistas, revolucionarias y comunistas de aumentar su lucha en común y su coordinación a nivel de las regiones y establecer distintas formas de alianzas.

 

 

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La clase obrera y los oprimidos del Medio Oriente comprendieron con sus propias experiencias que ellos mismos pueden escribir la historia y su fuerza organizada es capaz de derrocar a las clases dominantes. En este sentido, independientemente de sus consecuencias políticas, las insurrecciones han sido una escuela grande de la democracia por los pueblos del Medio Oriente.

 

01 Marzo 2011 /Boletín Internacional / N° 102

 

Después de la insurrección popular en Túnez que no se detuvo aún después de la huida de Ben Ali (el dictador que reinó sobre el país durante de 23 años) del país, una ola de levantamientos populares se desplegó en el Medio oriente entero. En el Egisto, uno de los sectores políticos y culturales más importantes del mundo árabe, el dictador Mubarak tuvo que renunciarse. En Libia, la insurrección popular se convirtió en una guerra civil. Huelgas, insurrecciones y enfrentamientos en las calles siguen uno después del otro en Bahréin, Yemen, Irán, Kurdistán del Sur e Irak. En Omán se estallan manifestaciones y huelgas en las zonas industriales. Más allá en Arabia Saudita, se producen movimientos de masa importantes protagonizados por los estudiantes.
Las masas populares del Medio Oriente desataron un proceso revolucionario saliendo a las calles por la libertad y la democracia en contra de los regímenes reaccionarios, opresores y fascisticos.
De acuerdo con la correlación de fuerzas en cada país y en la región entera asimismo con la fuerza, el nivel de organización y la persistencia/continuación de la insurrección popular en cada país, en algunos lugares este proceso se resultará en el derrocamiento de las dictaduras y el nacimiento de las formas democráticas burguesas; en algunos lugares el régimen viejo se continuará en formas diferentes pero el espacio de las libertades políticos se ampliarán y algunas reformas políticas importantes serán llevados a cabo y en algunos lugares, bajo la dirección de las intervenciones de los imperialistas de la UE y los EEUU, los regímenes viejos se continuaron en nuevas formas y a costo de las concesiones parciales ante el movimiento popular. Sin embargo, independientemente del curso de los resultados políticos concretos en cada país y en la región en su conjunto, no hay ninguna duda que la insurrección desde ahora lleva lecciones y experiencias muy importantes.
Debido al hecho que los sujetos revolucionarios son muy débiles y las fuerzas islamistas, liberales burgueses y panárabes tienen más influencia en cada una de las insurrecciones, las insurrecciones no hacen que se derroquen los regímenes presentes y los destituyan las formas de los regímenes democráticas y populares. Todavía no se realizó en ningún ejemplo un cambio del poder político, un derrocamiento del viejo sistema político y social y el establecimiento de un nuevo sistema. Sin embargo, lo que pasa corresponde a una situación revolucionaria y a un proceso revolucionario que sacude el sistema político en el Medio Oriente.
En el transcurso de las insurrecciones, la clase obrera y los oprimidos relacionaron su reacción acumulada contra el hambre, la pobreza y la desocupación y su ira acumulada contra los crímenes del imperialismo yanqui y de otras fuerzas imperialistas de la ocupación en Iraq y Palestina con el problema de las libertades políticas en cada país. Definieron en masas y directamente las dictaduras fascistas como el centro de todos estos problemas y las apuntalaron como el blanco de su lucha. Los elementos acumulados de la desconfianza, de la ruptura y de la insurrección de los pueblos de la región en contra de los regímenes y líderes colaboradores árabes aumentaban cada año y esto era un tema al cual aún las fuerzas imperialistas mencionaban en sus análisis. Al final, se estalló la ola de las insurrecciones. Muchas fuerzas políticas, desde las fuerzas revolucionarias y progresistas que tienen una limitada fuerza y las fuerzas del islam político hasta los liberales y panárabes, intentaron establecer su influencia sobre las insurrecciones que tienen un carácter espontaneo. Sin embargo, lo que dio su color a las insurrecciones en general fue la voluntad de la clase obrera y de los obreros a la liberación política y social, aunque eran privados de un liderazgo y de los fuentes ideológicos.
El papel de clase obrera era especialmente significativo. En la revolución tunecina, la clase obrera se destacó entre las fuerzas que dirigió la insurrección a través de los sindicatos y las organizaciones populares y jugó un papel importante en la continuación de la lucha con consistencia y sin reconciliaciones. Mientas que varias fuerzas políticas estaban listas a negociarse con Mubarak, la clase obrera mantuvo la ola de la insurrección de pie a través de las huelgas. La clase obrera se apareció como una fuerza social en una región como el Medio Oriente donde la clase es relativamente débil en calidad y cantidad y jugando un papel en la estabilidad de las insurrecciones, probó que es capaz de asumir el liderazgo político de la lucha por la liberación nacional y social, por la democracia y las libertades políticos y de la insurrección contra la destrucción capitalista aún en esta región. Esto es indudablemente una conquista ideológica que golpea una atmosfera en donde pesa las posiciones ideológicas desesperados de hoy día sobre el papel histórica de la clase obrera, una conquista organizativa que aumentó la calidad de la clase obrera en el sentido de su posición tanto en las organizaciones sindicales como populares y una conquista política en el sentido de las consecuencias políticas directas de las insurrecciones. Las insurrecciones también hicieron clara el papel de las ciudades en estos procesos revolucionarios.
Durante las insurrecciones, la clase obrera y los oprimidos del Medio Oriente que fueron despreciados, humillados y definidos bárbaros por las fuerzas imperialistas del Oeste pisaron bajo sus pies los proyectos imperialistas sobre la región, en el primer lugar la Iniciativa del Gran Medio Oriente de los EEUU. Denunciando los regímenes colaboradores, dejaron al desnudo los argumentos de "llevar libertad y democracia a la región", lo que era el pretexto del imperialismo yanqui para su ocupación en Irak y Afganistán. Hicieron historia la tesis del "choque de civilizaciones" que es una de las banderas ideológicas de ofensiva de los EEUU y las teorías que relacionan aún las dictaduras fasisticas colaboradoras que se mantienen gracia al apoyo del imperialismo con el carácter supuestamente reaccionario y bárbaro de los pueblos del Medio Oriente. Esto fue otra conquista ideológica, dando fuerza a los pueblos del mundo y tuvo importantes impactos.
Otra lección de las insurrecciones era las formas de la organización popular que se aparecieron en Túnez más significativamente y que se repitieron en Egipto, aunque eran menos considerables en lo segundo. Como las organizaciones de la forma soviética, los comités populares que se vio frecuentemente en las insurrecciones populares en América Latina en los últimos 15 años como silueta o en las formas más claras probaron que son los núcleos del tipo de poder político del futuro. La clase obrera y los oprimidos del Medio Oriente comprendieron con sus propias experiencias que ellos mismos pueden escribir la historia y su fuerza organizada es capaz de derrocar a las clases dominantes. En este sentido, independientemente de sus consecuencias políticas, las insurrecciones han sido una escuela grande de la democracia por los pueblos del Medio Oriente.
De la misma manera, los pueblos probaron en el ejemplo de Túnez que no aceptarán la continuación de las dictaduras con algunas reformas en apariencia. El pueblo tunecino continuó resistir aún después de la salida de Ben Ali del país, rehusando la designación de las personas cercas a Ben Ali a los puestos políticos. Se destacó la reivindicación de una reforma constitucional o de una nueva constitución. El carácter espontáneo de la insurrección no permite que las alternativas del Estado de un nuevo tipo se pongan a la agenda. Sin embargo, la demanda de "una nueva constitución" es un signo muy importante que demuestra la tendencia y el deseo de romper no solo con uno o otro político sino con el sistema simbolizado en la constitución.
Aunque la ola de las insurrecciones que se extiende en el Medio Oriente choca el mundo, es claro que tienen un pasado y una tradición. Numerosas huelgas obreras se produjeron en los últimos diez años y muchas masacres del Estado fueron cometidos en Túnez y Egipto que son los epicentros del terremoto actual en el Medio Oriente. Decenas de miles de personas salieron a las calles en estos países en contra de la ocupación en Irak y Palestina. No había otra situación en Yemen, Marruecos y Argelia. En Egipto se produjeron serias luchas con la demanda de las libertades políticas antes de las elecciones presidenciales del 2005 en Egipto, hasta tal punto que los EEUU forzaron a su colaborador Mubarak a llevar a cabo algunas reformas muy limitados por aparentar por el bien de la estabilidad de su régimen despótico.
Otro aspecto importante del proceso revolucionario en el Medio oriente es la situación actual del Islam política cuya influencia en la región se había culminado durante las ocupaciones de los EEUU en Afganistán e Irak. Siendo la bandera política de una clase a fin de cuentas, la bandera de los sectores de la burguesía en conflicto de intereses con el imperialismo yanqui, el Islam político objetivamente jugó un papel antiimperialista limitado en la resistencia contra la ocupación imperialista. Pudieron ganar la clase obrera y los sectores oprimidos y pobres a sus filas. La formación histórica, política y cultural de la región también presentaba una atmosfera favorable. Sin embargo, como una fuerza del sistema actual, una fuerza que nunca puede combinar la lucha contra la ocupación imperialista con la lucha contra el sistema capitalista, no es capaz de encontrar soluciones a los problemas de la clase obrera y los oprimidos. Si bien jugo un papel en las insurrecciones hasta un cierto punto, pero en definitiva este proceso marcó el hecho que la influencia política e ideológica del islam política está en decadencia.
La generalización de las insurrecciones en varios países del Medio Oriente, motivando que los medios de comunicación burguesas lo definen como "el efecto dominó" apunta al hecho que las condiciones de las revoluciones regionales son muy favorables. En este sentido, se quedó claro la importancia por las fuerzas progresistas, revolucionarias y comunistas de aumentar su lucha en común y su coordinación a nivel de las regiones y establecer distintas formas de alianzas.